Parada a la orilla del mar
veo cómo la arena pinta de gris
la turbulencia de su líquido.
El viento revuelve mi cabeza
desde la punta del cabello
hasta la corteza cerebral.
Las olas rompen con violencia
en los dedos de mis pies.
El sonido hipnotizante
que procrean el viento y el agua
gestan por sinapsis
una imagen mental.
Quisiera que los gases de mi cuerpo putrefacto
se condensaran sobre el océano;
que la gravedad los hiciera caer
en forma de una única gota,
en el punto más alto
de un enorme maretazo.
Quisiera que el aire y la rotación de la tierra
la trajeran de vuelta hasta este litoral,
y que la naturaleza la levantara de nuevo
en la culminación de la cresta de Neptuno,
para que azotara con su mano
los húmedos granos grises
que apenas cubren mis extremidades inferiores
y cuyo vaiven acaricia,con toques mansos,
la carne que cubre mis huesos.
Conforme lo iba leyendo lo iba imaginando, imagen en blanco y negro con tonalidades grises, imagenes borrosas,mucha soledad externa pero integridad y plenitud del alma, libertad...
ResponderEliminarAsí es. Este poema busca evocar la imagen de la serpiente que muerde su cola. Nacemos, crecemos, morimos y luego volvemos al principio. Como Melquíades Herrera dice en Cien años de soledad: "Somos del agua".
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